Rosario tiene lindas minas y buen fútbol. ¿Qué más puede pretender un
intelectual?. Esa es mi respuesta cada vez que me preguntan por qué vivo en
Rosario. Hecho que, por otra parte, no es demasiado curioso. Un millón
doscientas mil personas han tomado la misma determinación.
Lo de las mujeres, señores, es destacable. Más de una vez pensé, y hasta lo
propuse, que si había que hacer una campaña publicitando Rosario como
destino turístico, a falta de mar, picos nevados o juegos de azar, teníamos
que hacer hincapié en lo de las mujeres. Considerando, además, que ya pasó
aquel momento brillante de la ciudad, cuando se proclamaba Capital Mundial
de la Prostitución y miles de turistas llegaban a la Chicago Argentina en
busca del luminoso barrio de Pichincha. Momento que, por lógicas razones
cronológicas, no pude vivir, lo que me recuerda aquella frase de Woody
Allen: "Yo me perdí la Revolución Sexual por dos meses".
Admito que nunca encontré una frase impactante para mi propuesta
publicitaria. La fellinesca"Rosario, la ciudad de las mujeres" suena un
tanto obvia y sin gracia. "Rosario, Capital Nacional de la Potra", rotunda y
aceptada rápidamente por la vulgaridad de mis amigos, era sin duda burda y
bastante peyorativa hacia el género femenino. Buscar algo en torno a "loba",
nos hubiera emparentado demasiado con Roma. La idea quedó en la nada.
Este impulso mío de resaltar la belleza de las mujeres locales se
contrapone, paradójicamente, con una inquietante y reveladora teoría que
estoy por lanzar en breve mediante mi ensayo Somos todos feos. Sostengo
allí, valientemente, que el 90% de los seres humanos nos dividimos,
estéticamente, entre normales, feos y horribles. Solo hay, lo lamento, un
10% de bellos, que son aquellos a los que se les paga por su condición de
hermosos, aparecen en las tapas de las revistas, desfilan en las pasarelas y
brindan sus nombres a perfumes costosos. No se les exige decir frases
ingeniosas, pensar o emitir opiniones profundas. Sólo se les reclama que
sean lindos. Cuando se generaliza diciendo "La mujer brasileña es bellísima"
o "El hombre argentino es muy buen mozo", se habla, duro es admitirlo, de un
5% de nuestros habitantes.
Pero toda teoría tiene su excepción, mis amigos. Y debo aceptar que la mujer
rosarina (como la de Cali, Colombia) está muy pero muy buena. Rebuena,
dirían los chicos. Y aquí también arriesgo un par de explicaciones a tal
fenómeno natural. Primero: la soja. Esta leguminosa (hoy por hoy alimento
estrella a nivel mundial) es la base nutricia de la mujer rosarina, la que
la hace más sólida, más maciza, más protuberante y más sabia. Segundo: la
pendiente de la ciudad hacia la costa. Desde la época de las lavanderas,
nuestras señoras han debido bajar hacia el río, descender hacia el Paraná
por calles empinadas como Laprida o Rioja, lo que las obliga a echarse hacia
atrás buscando el equilibrio, comprimiendo los glúteos, tensando los
músculos del estómago y sacando pecho, para
sostener, además, el canasto de ropa sobre sus cabezas. Los resultados están
a la vista, mis amigos, aunque no todos al alcance de la mano. Usted no
puede darse vuelta a mirar a una señora en la peatonal Córdoba porque se
pierde la que viene de frente.
La exaltación de las mujeres, asimismo, se entronca en el recurso rosarino
de defender la ciudad rescatando el paisaje humano ante la moderada oferta
de atractivos geográficos mayores. Seamos realistas, el Paraná boca arriba
(como poetizó Pedroni) es enorme, pero no es el mar y alrededor no tenemos
ni siquiera mansas serranías, como Córdoba. Entonces, cada vez que el
rosarino habla de Rosario, menciona nombres y apellidos: el Che Guevara,
Olmedo, Fito Paéz, Baglietto, el Gato Barbieri, etc. etc. etc.
Por ahí va la cosa. Más que nada por el lado de la Cultura. Y sobre la
cultura rosarina siempre hay una mirada curiosa, desde otras latitudes. "
¿Por qué en Rosario se produce un movimiento cultural tan grande?", suelen
preguntarme periodistas porteños, por ejemplo, que llegan a Rosario y no
encuentran lugar en los hoteles, copados por un miniturismo atraído por la
oferta de teatro y espectáculos musicales, cuando no congresos o simposios.
"Porque en Rosario no hay otra cosa para hacer" contesto yo, medio en serio,
medio en broma. Lo que no es absolutamente cierto, pero que algún viso de
realidad tiene. Las ciudades turísticas no se caracterizan por generar
cultura. En Bariloche, digamos, la gente tiene puesta su energía en alquilar
esquís, elaborar chocolate, ahumar ciervos y ofrecer perros San Bernardo con
los cuales sacarse fotos. En Mar del Plata la energía recaerá en ofrecer
barcas para pescar tiburones, organizar un Bikini-Open, fritar cornalitos y
vender choclos en Punta Mogotes. Siempre me pregunto "¿Cuántos escritores
dio Las Vegas?".
Debe darse, además, en ciudades como Rosario, un condimento de contagio. "Si
de acá salió Fito -se preguntará algún pibe, como el mío, que toca el bajo-
y salió Baglietto y salió Litto Nebbia.¿Por qué no puedo salir yo?". Los
proyectos artísticos no suenan, entonces, tan descabellados. Como nadie se
asombra en Rosario si un pibe apunta para futbolista profesional. Todos
conocemos varios, hijos de amigos, sobrinos o conocidos que ha aparecido en
las inferiores de Ñuls, Central o Renato Cessarini.
En definitiva, Rosario es como una Buenos Aires más chica, afortunadamente
más chica y con muchos menos habitantes. Soy, lo confieso, uno de los tantos
rosarinos que anhelan, egoístamente, que no seamos millones. Nadie ha podido
explicarme cual es la ventaja de ser muchísimos, dónde radica el beneficio
de ser como San Pablo, o ciudad de México, exagerando. Rosario es una ciudad
de inmigrantes, marcadamente italiana, más tanguera que folclórica, más
comerciante que colonial, que busca un perfil identificatorio a través de lo
que hace y produce, Pero claro, nuestra proximidad con Buenos Aires a veces
nos mimetiza con ella.
Hablamos como los porteños, el tango nombra a San Juan y Boedo antiguo y
todo el cielo pero ignora el Monumento a la Bandera, no tenemos un cantito
como cordobeses, tucumanos o santiagueños y todo esto, en ocasiones, nos
acompleja, nos hace pensar que no somos diferentes ni reconocibles o que nos
falta una personalidad clara y avasalladora. En verdad, nunca me desveló ese
tema. "El estilo es la insistencia" dijo alguien. Y es ocioso sentarse a
esperar un estilo. Poco habría producido yo si, antes de empezar a dibujar,
hubiese pretendido definir mi estilo. El estilo aparecerá con el correr del
lápiz. A mi juicio la identidad, como el movimiento, se demuestra andando.
Con una buena cuota de creatividad. Rosario es una ciudad de creativos, mis
amigos. Por algo Belgrano, para crear la bandera, eligió Rosario.
Roberto Fontanarrosa
¿Vieron "Yo, Robot"? Es una película de ciencia ficción basada en los relatos de Isaac Asimov y protagonizada por Will Smith. Pero no es ciencia fición barata... qué se yo, odio ese tipo de películas en la que el bueno gana siempre a pesar de que le falta un brazo, tres dedos del pie, un ojo y la otra pierna la tiene quebrada. Esta tiene un poco de eso pero no es mi intención hacer una crítica cinematográfica.
El filme transcurre en el año 2035 (tendré 52 años) y pretende hacernos reflexionar hasta dónde llegará la tecnología.
Me dio una "cosita" pensar que dentro de unos años habrán desaparecido por completo los "winco" y estará de moda vaya a saber qué aparato que se activará sólo con decirle "poné el tema 12", los vehículos se "automenejarán" y en lugar de "la muchacha de la limpieza" tendremos a "Sonny" que hará todo y mucho más.
Me encanta la tecnología, soy una loca de las computadoras y todo lo que sea avance y comodidad. Pero esta película me hizo pensar qué sería de los obreros, del carpintero de la otra cuadra de casa, qués ería de los oficios y de ciertas profesiones, qué sería de mí.
Progresivamente se va dejando de lado la mano de obra humana y me provoca miedo imaginar que en el 2035 las máquinas piensen por mí...
Aunque no niego lo impresionante que sería que una "robotina" haga todo lo que a mí me disgusta.
...
P/D: sé que para esos años la Agentina no habrá progresado tanto... no es por pesimista... pero con la cantidad de desnutridos que tenemos, dudo que haya cantidad suficiente de personas capacitadas para llevar adelante semejante evolución... a menos que los importen.
ESTOS DÍAS ESTOY PENSANDO MUCHÍSIMO EN LA RELIGIÓN... A LOS 15 AÑOS ME RETIRÉ DE TODA UNA VIDA EN EL CATOLICISMO PARA ADOPTAR EL ATEÍSMO... AUNQUE SIEMPRE SUPE QUE POR ALGÚN LADO DIOS DEBE ESTAR, ASÍ QU EMI CONDICIÓN NO ES ABSOLUTAMENTE ATEA.
LO QUE ME MOLESTAN SON LAS RELIGIONES PROPIAMENTE DICHAS, LA HIPOCRESÍA QUE SE CREA DENTRO DE LAS DISTINTAS IGLESIAS. POR EJEMPLO EL TEMA DEL CELIBATO QUE FUE IMPUESTO POR EL HOMBRE EN EL AÑO 325.
NO SÉ SI MARÍA FUE VIRGEN, SI JESÚS Y SUS APÓSTOLES EXISTIERON, NO TENGO ESA FE DIVINA DE LA QUE MUCHOS SE JACTAN PERO TAMPOCO LO NIEGO ROTUNDAMENTE... SÉ QUE DIOS DEBE ANDAR DANDO VUELTAS POR AHI...
SIN MUCHAS MÁS EXPLICACIONES LES REGALO UN TEMA MUY INTELIGENTE Y EXPLÍCITO DEL GUATEMALTECO RICARDO.
"JESUS VERBO NO SUSTANTIVO"
Jesús es más que una simple y llana teoría, ¿qué haces, hermano, leyendo la Biblia todo el día?
Lo que ahí está escrito se resume en amor, ¡anda, vé y practícalo!
Jesús, hermanos míos es verbo, no sustantivo.
Jesús es más que un templo de lujo con tendencia barroca,
Él sabe que total, a la larga, esto no es más que roca.
La Iglesia se lleva en el alma y en los actos, no se te olvide.
Jesús, hermanos míos es verbo, no sustantivo.
Jesús es más que un grupo de señoras de muy negra conciencia
que pretenden ganarse el cielo con un club de beneficiencia,
si quieres tú ser miembro activo tendrás que presentar a la directiva
tu cuenta de ahorros en Suiza y retiros oficiales.
Jesús es más que persignarse y hacer de esto alarde,
Él sabe que, quizá, por dentro la conciencia les arde.
Jesús es más que una flor en el altar, salvadora de pecados.
Jesús, hermanos míos es verbo, no sustantivo.
Jesús convertía en hechos todos sus sermones,
que "si tomas café es pecado", dicen los mormones,
¡tienen tan poco que hacer que andan inventando cada cosa!
Jesús, hermanos míos es verbo, no sustantivo.
Jesús no entiende porque en el culto le aplauden,
hablan de honestidad, sabiendo que el diezmo es un fraude,
a Jesús le da asco el pastor que se hace rico con la fe.
Jesús, hermanos míos es verbo, no sustantivo.
De mi barrio, la más religiosa era doña Carlota,
hablaba de amor al prójimo y me ponchó cien pelotas.
Desde niño fui aprendiendo que la religión no es más que un método
con el título "Prohibido pensar, que ya todo esta escrito".
Me bautizaron cuando tenía dos meses y a mí no ve avisaron.
Hubo fiesta, piñata y a mí ni me preguntaron.
Bautízame tú, Jesús, así, entre amigos, sé que odias el protocolo, hermano mío.
Señores, no dividan la fe, las fronteras son para los países,
en este mundo hay más religiones que niños felices.
Jesús pensó: "me haré invisible para que todos mis hermanos
dejen de estar hablando tanto de mí y se tiendan la mano".
Jesús, eres el mejor testigo del amor que te profeso,
tengo la conciencia tranquila y por eso no me confieso,
rezando tres "Padres Nuestros" el asesino no revive a su muerto.
Jesús, hermanos míos es verbo, no sustantivo.
Jesús, no bajes a la Tierra, quédate ahí arriba,
todos lo que han pensado como tú hoy están boca arriba
olvidados en algún cementerio de equipaje, sus ideales,
murieron con la sonrisa en los labios porque fueron verbo y no sustantivo...